Un encuentro de poesía, narraciones, arte y música
Un encuentro de poesía, narraciones, arte y música
Un encuentro de poesía, narraciones, arte y música
NÉSTOR FANTINI es un sobreviviente del terrorismo de
estado argentino de la década de 1970 que reside en
Los Angeles. Aparte de su experiencia profesional
como docente y periodista, su interés por la literatura lo
ha motivado a involucrarse en numerosos eventos
culturales y organizaciones. Es autor De mi abuela, soldados
y Arminda: cuentos de amor y de guerra, Mirando hacia el sur
y en El retorno de Fulgencio Arcoiris. Escribe para el
Huffington Post, AOL Latino y otros medios. Es editor fundador
de La Luciérnaga Online.
CUENTOS
Como ausencia extendida, como campana súbita,
El mar reparte el sonido del corazón...
Pablo Neruda
Cuando amaneció, en ese octubre de nubes inestables y ramas
deshojadas, hacía horas que estaba semidespierto, me contaría
haciendo esfuerzos por recordar detalladamente las circunstancias de
esa jornada que cambiarían para siempre su vida. A las dos y media,
más o menos, había escuchado un trueno en la lejanía de los cielos
otoñales de Northridge y de soslayo confirmó la posición de las agujas
en el despertador de mármol de Carrara que había heredado de su
abuela Concepción. También se aseguró de mirar hacia el costado
izquierdo en donde Zulma, Ah, mi dulce Zulma, a pesar de estar boca
arriba y con el pelo azabache enredado, mantenía cierta dignidad
angelical.
A eso de las tres y media, percibió algo indefinido: una sensación de
intranquilidad, diría más tarde, que lo empujó a a sentarse de pronto en
la cama. No pudo determinar la causa del sobresalto, pero intuyó que
había algo grandioso e inexplicable que estaba a punto de ocurrir.
Después, con esa angustia en el pecho, ya no se pudo volver a dormir.
A las siete y dieciséis, y me acuerdo que eran precisamente las y
dieciséis porque pensé en la edad que tenía cuando mamá se suicidó
en su vieja casona de Olivos, Zulma le dio un beso rutinario en su mejilla
todavía sin afeitar y le dijo “me voy a lo de Bárbara, mi melocotón, y de ahí
a UCLA” y le desparramó su perfume Cabotine de Gres que él mismo le
había regalado para ese cumpleaños que ella no quiso festejar porque
era un año bisiesto y la Luna, como decía Ramira, la guatemalteca que
venía a limpiar los lunes, estaba alineada con Saturno prediciendo un
desastre de dimensiones apocalípticas.
“Me voy a lo de Bárbara y de ahí a UCLA” quedó flotando en el living room
de la casa victoriana de dos pisos y del jardín impecable que estaba al
final de un cul de sac en ese elegante rincón del Valle de San Fernando.
“Me voy a lo de Bárbara y de ahí a UCLA”, se repetía cuando salió detrás
de ella y comenzó a seguir al Mercedes Benz E320, turbo diesel de 210
caballos de fuerza, que dobló en Lassen Street haciendo chillar los
frenos y con Mick Jagger a todo volumen acusando que este mundo de
corazones de metal es una porquería.
“Me voy a lo de Barbara”, se repetía cuando la perdió en el tráfico infernal
del Hollywood Freeway, después que un gigantesco camión de Sears
Corporation, fucking jerk, casi lo empuja a la banquina. Y aunque logró
controlar el volante y salvar el momento, se sorprendió que no sintiera
nada. Por el contrario, pensaría días después que los eventos
concluyeran, cuando estaba a punto de estrellarse contra el muro de
contención, no sintió nada de miedo. Nada de esa sensación de
desesperación que supuestamente se debe sentir en ese instante
decisivo. Nada, absolutamente nada, ´my dear friend´. Como si
verdaderamente no le importase un carajo terminar disuelto entre el
metal gris de ese camión de mierda.
Nunca pudo recordar cómo llegó, pero media hora después estaba
estacionando a media cuadra de la casa de Bárbara, en Studio City.
Parecía que no había nadie porque el ‘driveway’ estaba vacío, las
cortinas turquesas estaban cerradas y, excepto por un perro perdido que
olfateaba los arbustos de los jardines, reinaba total desolación.
Esperó unos minutos, deseando, rogando, implorando, que apareciese
el Mercedes salvador. Cuando el espejo retrovisor me proyectó la
imagen de un auto negro doblando la esquina, sentí que se me aflojaba
el cuerpo, esa sensación de alivio que surge cuando todo está aclarado,
me dijo casi con lágrimas en los ojos. Pero no era ella. Era un Lexus
negro parecido al de Zulma. No era ella. No podía ser ella. No había
ninguna posibilidad que fuese ella, porque la Luna estaba alineada con
Saturno y las fuerzas cósmicas eran más poderosas que estas ridículas
marionetas de existencia finita.
Después de esperar media hora, una media hora de eternidad
dantesca, llamó a Bárbara Patricios Barrenechea, amiga incondicional
de su mujer, amiga desde el Liceo de Señoritas La Sagrada Familia en
donde las dos compartían el mismo cuarto, los mismos libros y el
secreto de haber sido desvirgadas por su querido profesor de gimnasia,
el señor Mario McKenzie, quien, como se reportaría en Clarín años
después, aparte de adolescentes, también incluía en su lista de
‘experiencias’ a medio staff, tanto femenino como masculino, del
pretigioso internado de niñas de clase media alta.
En el primer intento, el teléfono de Bárbara estaba ocupado. Pero la
segunda vez, contestó y apurada le dijo que tenía alguien de Foster
Associates, te acordás de aquel negocio con la mina brasilera y los
franchutes que te había contado, y que estaba apuradísima pero que en
cuanto volviera al hotel, porque estaba en San Diego… Y no sabe qué
más dijo, porque estaba en San Diego... Y lo que restaba de esa
conversación no tenía la menor importancia, en esta ciudad de Los
Angeles, en donde Claudio Fernández Viale y Zulma Patricios de
Fernandez Viale estaban a punto de dirimir una milenaria contienda que
tenía mucho de vida, mucho de pasión, mucho de amor, mucho de
traición.
“Me voy a lo de Bárbara…”, de pronto se transformó en una frase crucial
en el andamiaje aristoteliano que comenzó a forjarse en la acusación
que surgía, ahora, en el terreno público. Una frase determinante, me
diría Claudio en esa única entrevista que tuvimos, con la que pensaba
destruir cualquier argumento con el que su mujer de toda la vida
intentaría, seguramente, articular una defensa exculpatoria.
Y si no estaba en lo de Bárbara, Bárbara con b larga de bondad, Bárbara
Patricios Barrenechea, hija de un potentado que alguna vez apareció en
la lista de posibles ministros de economía de la administración militar
del general Juan Carlos Onganía, nieta de un ex gobernador de Salta y
como tal admitida a las infaltables fiestas del Club 20 de Febrero en la
que los restos de una patética oligarquía casi medieval festejaba la
introducción de señoritas en esa sociedad en la que primos cada vez
más cercanos se casan entre ellos para mantener esos apellidos de
cuatro o cinco guiones que separan historias de opresión, racismo,
exterminio, en un mundo de latifundios en que indios desnudos lloran
sin lágrimas, Bárbara que rima con cámara, Bárbara alta, Bárbara rubia,
Bárbara cómplice, Barbara puta, Barbara mierda… Si no estaba en lo de
Bárbara… entonces, dios mío, recuerda que dijo, dios mío, dios mío, no
cabía otra posibilidad.
Ahora con el “Me voy a lo de Bárbara…” ya sin sentido y armando y
desarmando nuevos planes de acusaciones, defensas, contradefensas
y contradicciones, Claudio Fernández Viale, o mejor dicho, Claudio
“Cuernos” Fernández Viale, Claudio gorreado, Claudio boludo, se lanzó
de nuevo en el Hollywood Freeway hacia la casa de no voy a pronunciar
su nombre para confirmar lo que durante meses sospechara.
La verdad es que no sé cómo llegué, diría después. Sé que había luces
y hasta voces que transcurrían en ese túnel vacío, pero no veía nada.
Apenas se acuerda de una melodía en la radio y un cartel blanquinegro
en algún lugar del freeway anunciando la pelicula Transformers 3 y
bocinazos perdidos en el fondo y también que en determinado momento
pensó en Abbadón, ese ángel exterminador de lanza sangrienta que
cuando niño copiaba de una revista de caricaturas y con el que
balbuceaba un plan para que destruyesen a ese padrasto al que desde
lo más profundo de su ser odiaba desde el amanecer hasta la muerte.
No sé cómo llegué, pero ahí estaba, de pronto, frente a la casa de ese
hijo de puta. Y allá, a una cuadra casi, más allá de los árboles sin
pájaros, más allá de las montañas sin cielo y los desiertos, estaba el
Mercedes. Ese maldito Mercedes E320 armado en Stuttgart, Alemania,
por un obrero gris que nunca sabría el destino fatal que estaba
construyendo.
Cuando abrió la puerta de la casa, con el revólver calibre 38 ya en su
mano temblorosa, no se sorprendió que estuviese sin llave. Tampoco le
sorprendió la sonrisa de ternura que recibió de una Zulma desnuda ni la
mirada de resignación del innombrable. Después de todo, como decía
la guatemalteca Ramira, la Luna estaba alineada con Saturno y era inútil
intentar revertir el destino fatal de la jornada.

L A C A M A: UN TRAYECTO OBLICUO DE 19 MILLAS EN UNA CIUDAD DESCONSOLADA
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La noche anterior Arminda había doblado la ropa con la misma dedicación y delicadeza de siempre. Las camisas y las faldas todavía tenían el
calor de la secadora y las sábanas tenían la fragancia de almendras. El mismo aroma que le quedaba en la mano cuando se frotaba el vientre y
exploraba las ondulaciones que daban prueba de ese pedacito de vida que irrefutablemente había sido concebido en el pecado.
El padre Andrés, el que andaba siempre con esa sotana vieja y sucia, había dictaminado claramente. Los que hacen esas suciedades fuera del
santísimo matrimonio, mi´jita, están atentando contra sacramentos de la Iglesia y, ¡atención!, contra el mismo Señor. En el Paraíso, no había
lugar para estos sacrílegos. Así que arrodillada, hasta que le brotó sangre, había rezado los 37,000 padrenuestros y 450 avemarías con que la
habían sentenciado y se había ido para siempre de la Iglesia Santa Teresita llorando desesperada.
Pero no era solamente el padre Andrés el que le había anunciado una eternidad de tortura, excremento y fuego en lo más profundo de las
entrañas luciferianas, sino que la señora también parecía haber descubierto el secreto. Al principio sólo era una sospecha conectada con esos
delatores cachetes rosados y los kilitos de más, como le había dicho, pero después que la sorprendió vomitando en el cuartito del fondo de la
casa, la sometió a un delicado pero intenso interrogatorio. Al final le había ordenado que el jueves estuviese lista para que las dos fueran al Dr.
Romero para que, por las dudas, la revisara.
Con el Juan fue peor. Cuando le dijo que le tenía que hablar sobre lo que habían hecho en el Parque Sarmiento, esa noche de diciembre de
tanto calor cuando en medio de caricias y besos pegajosos finalmente lo dejó que le metiera la mano en la bombacha y que la explorara con
esos dedos jugosos que por primera vez en la vida la hicieron, entre quejidos de perra, lagrimear de alegría; cuando le dijo, el Juan se puso
como loco. La miró con esos ojos de rabia que a veces tenía, le dio una bofetada que le partió el labio y le dijo que nunca más lo buscara. El
muy desgraciado hasta le pidió que le devolviera la cadena de plata de Potosí con la virgencita que le había regalado cuando se pusieron de
novios y se fue para siempre.
Después de doblar la ropa había ido a terminar de limpiar el cuarto del niño Ramiro que siempre estaba como si hubiese sido arrasado por un
huracán. Qué cosa con ese chico que dejaba todo tirado por todos lados y por más que le decía y le decía, no iba a aprender nunca. La señora
pensaba que Ramirito era un angel, pero no sabía de sus travesuras ni de esas revistas coloridas con las chicas haciendo porquerías que las
escondía detrás de la caja de ropa de invierno que tenía en el fondo del armario. Tampoco nunca le había dicho a la señora cómo esa mañana,
cuando pensaba que se había ido a la facultad, lo encontró en la cama tocándose… Sí, tocándose… No quería ni pensar en la palabra. Le dio
tanta vergüenza que lo evitó durante semanas y nunca más lo pudo mirar a la cara.
Fue en el cuarto donde, después de abrir las cortinas blancas de tul labrado con ángeles y mirarse en ese espejo inmenso, empezó con el
primer golpecito en esa panza circular en donde en un océano de obscuridad flotaba un pedazo de verbo inconcluso. Fue tentativo, el golpe.
Débil, el golpe. No era tanto como para causar daño, como que para saber si se atrevía. Después lo volvió a hacer, pero un poco más fuerte. Y
esta vez, sí, esta vez sintió que adentro hubo movimiento. ¡Una reacción, Dios mío! Después hubo más movimiento y el silencio de eternidad.
“No te olvides que mañana a las 10 tenemos esa cita con el doctor”, le había susurrado como al pasar la señora. Pero ella sabía que esa actitud
despreocupada escondía algo de amenaza. Si se confirmaba que en sus entrañas había un pecado, la señora no tendría muchas alternativas.
Después de todo, era la vicepresidenta del comité de Doctrina de la Iglesia Santa Teresita y, dada su investidura y su liderazgo moral en la
comunidad, cómo podría explicar que en su misma casa alojaba a una perdida.
Cansada de escuchar un bolero en el ipod rosado que le había regalado el Juan para Navidad, un bolero que hablaba de la traición de una
mujer, había apagado la luz a eso de las 2 de la mañana. Pero fue inútil. No podía dormir y, después de dar vueltas y vueltas, volvió a prender el
velador y se concentró en la estampita de San Francisco que estaba pegada en la pared y estudió el aura de oro y la sonrisa acogedora de ese
santo tan piadoso que la había ayudado tantas veces. Después pasó a la rajadura de la pared en la que hace como tres meses había matado
una araña y, sin saber por qué, pensó en la mami que debía estar tirada en ese catre tan chiquito en esa casa de adobe en Peñascos Perdidos,
en medio del desierto catamarqueño, tal vez con la boca abierta y roncando junto a ese hombre malo que cuando tenía doce años se hacía el
que la consolaba y aprovechaba para manosearla toda.
Pero ni el santo de Asís, ni las imágenes del rancho querido en Peñascos, ni esa repugnante mano con olor a kerosene le podía borrar esa voz
repetitiva que le recordaba que “a las 10 tenemos esa cita…”. Exactamente dentro de seis horas. Seis horas en las que se acabarían los
sueños de juntar lo suficiente para hacer ese curso de asistente administrativa en el Instituto de Carreras Técnicas que le cambiaría la vida para
siempre. Seis horas para el comienzo del debacle. Y se imaginaba a la señora, ¡ay, Dios mío!, santiguándose y poniendo el grito en el cielo; y al
padre Andrés mirándola con esos ojos condenatorios que le asegurarían el infierno para la eternidad; y las chicas en la plaza de domingos
evitando hablarle; y desolada, casi descompuesta, armando la valija de cuero viejo para ese viaje de regreso en donde iría solamente
acompañada de una ventana desteñida y esa sensación de derrota que ya la empezaba a invadir.
Estaba amaneciendo y se sentía febril, la garganta seca, la respiración agitada. Ya se escuchaban a lo lejos algunos movimientos
distintamente matinales. Una sirena de fábrica le estableció claramente que eran las cinco y un perro ladró sin muchas ganas. Eran las cinco y
comenzó a acariciarse la barriga. Dio varias vueltas por su redondez grotesca y casi sin intención apretó con un dedo debajo del ombligo, y
apretó más fuerte, y apretó con la mano, y comenzaron a rodarle las lágrimas cuando apretó con el puño, y empezó a golpear y a gritar y a rodar
en el suelo con la frente transpirada y delirante mientras un hilo de sangre caliente se deslizaba por el muslo tenso y un gallo saludaba las
tajadas amarillas en el horizonte.
L A C U R V A T U R A D E A R M I N D A
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........Álvaro Navarrete, decimonoveno hijo del orgulloso alcalde de Cruz
Alta, se casó con María Isabel Altuna cuando la niña de ojos almíbar tenía tan
sólo catorce años. En sus votos, como era costumbre en la región,
prometieron tener doce hijos. “Y en una de esas tengo hasta treinta”, dijo
Álvaro. Las festividades y ofrendas se extendieron durante diez días y diez
noches en los que las botellas de Bordeaux y los licores de Oporto
mantuvieron en un ensueño a todo el poblado.
.........Los primeros años, la pareja vivió un idilio del que se hablaba más
allá del Río del Diablo y que, de acuerdo a expertos en floricultura, ayudó
a incrementar el color de las flores y, consecuentemente, multiplicó la
producción de miel que se transformó en la fuente económica de casi todos
los residentes de Cruz Alta. Álvaro fue investido con el título honorífico de
Gran Protector de la Vida y la gente reconocía a la pareja con tanto respeto
y veneración que su casa de piedra en la Cañada de los Perdidos siempre
dormía rodeada de velas benditas y amanecía con flores de todos los colores
imaginables.
.........Pero cuando Álvaro cumplió su tercer aniversario de casado sin
haber producido descendencia, comenzaron a circular rumores.
Inicialmente eran simples preguntas inofensivas que, con el tiempo,
pasaron de la interrogación curiosa a la insinuación burlona. Después
llegaron las miradas y, más tarde, los cuchicheos. Al principio, Álvaro y
María Isabel ignoraron los comentarios, pero cuando comenzaron a
transformarse en actos impertinentes, se dieron cuenta de la gravedad de
la situación.
.........El joven buscó consejo con su padre quien le advirtió de las
desvastadoras repercusiones que tendría para el honor de los Navarretes si
algo no ocurría. “Si no tienes hijo, no puedes probar que eres hombre”, le
dijo. También fue a ver a Fulgencio Arcoiris, su jefe en las duras batallas de la
guerra, y escuchó las palabras del sabio general. Habló durante días con sus
hermanos, habló con amigos. Todos acordaban en que si la pareja no podia
producir un primogénito, su suerte estaba echada.
.........Álvaro Navarrete y María Isabel Altuna, desesperados, redoblaron
esfuerzos. Usaron ungüentos hechos de bosta de toro recogida a
medianoche, sacrificaron ciento veinte canarios amarillos y ciento veinte
anaranjados para intentar robarles el espíritu del canto, se hicieron
miembros de una secta zoroastrista, imitaron tres mil posiciones extraídas
de un tomo inédito de Kamasutra y, siguiendo el consejo de su suegra, Álvaro
llegó a hacerse la circuncisión sin anestesia y con un cuchillo de oro.
Cuando todos los remedios, todo el dolor y todas las oraciones fueron
inútiles, finalmente la pareja, al borde de la histeria, decidió recurrir a
doña Hermenegilda Guzmán, la partera del pueblo que, entre otras cosas, era
reconocida como la mejor bruja de la región.
.........Hermenegilda los vio llegar a la choza de mimbre, en las márgenes del
pueblo, y antes que cruzaran el umbral le dijo a Álvaro que el olor a podrido
de su alma se podia sentir a media legua. “No hay cura pa’ tu mal,
muchacho”, sentenció la bruja y se fue a otro cuarto desde donde, por varios
días, se escucharon sus gritos y su llanto.
.........Al cumplirse el cuarto aniversario, el alcalde Navarrete,
semienloquecido por la vergüenza, emitió su última ordenanza
decretando que su familia no tenía lazo sanguíneo, legal o espiritual con
Álvaro Navarrete ni con María Isabel Altuna y, cargando algunas pocas
posesiones en un carro
destartalado, y seguido por una mujer vestida de negro de pies a cabeza
y dieciocho hijos enmascarados, había desaparecido de Cruz Alta en
medio de una noche en que los perros ladraban enfurecidos y llovía una
sustancia negra.
.........Fue más o menos en esos días tristes que las burlas y las miradas
esquivas comenzaron a pesar más que nunca. Ir al almacén de don Iván
Checoff era una tortura para María Isabel que debía caminar dos cuadras
por una vereda inundada de ojos. Ir hasta el río atraía a docenas de
curiosos que ya ni se preocupaban en demostrar su repudio. “Ahí va el
desierto”, decían. Abandonados por la familia, perseguidos por sus vecinos,
Álvaro y María Isabel se fueron replegando hacia los rincones más oscuros
de su casa de piedra de donde apenas salían al atardecer, una que otra vez,
después de cerciorarse que la s calles de Cruz Alta estaban vacías.
.........Fue en ese tiempo, también, que el pueblo comenzó a experimentar
cambios cromáticos. Todos comenzaron a darse cuenta que los colores
de Cruz Alta habían empezado a atenuarse y que las flores morían por
toda la región. Las abejas, evidentemente, emigraron hacia colinas
más coloridas y la producción de miel se encaminó a la bancarrota con los
consiguientes estragos económicos.
.........En el quinto aniversario del casamiento, Álvaro y María Isabel estaban
tan aislados que en el pueblo nadie hablaba de ellos y la mayoría hasta se
había olvidado que existían. Muchos de los habitantes, preocupados con la
miseria que había arribado, se la pasaban discutiendo la manera de volver a
colorear la aldea. Siguiendo los consejos de la bruja Hermenegilda,
hasta se habían repintado las flores y los árboles y las pocas nubes que
pasaban por el lugar. Pero todo era inútil, la pintura se derretía y caía
en chorros multicolores manchando la tierra yerma.
.........En diciembre de ese año, las últimas cuatro familias abandonaron el
pueblo. Una semana más tarde, Álvaro y María Isabel se dieron cuenta que
el silencio de Cruz Alta era un silencio de vacío. Después de confirmar que
solamente la brisa y los perros creaban sonidos, se atrevieron a salir por las
calles. Al principio tímidos, y después con más confianza, recorrieron la
Cañada de los Perdidos. Al día siguiente pasaron las colinas del sur y
estaban tan entusiasmados que ni siquiera se dieron cuenta que llegaron
hasta el Río del Diablo. María Isabel reía como no lo había hecho en tantos
años, Alvaro gritaba y escuchaba su eco mágico en las sierras.
Estaban tan felices, tan en paz, que ninguno se dio cuenta cuando las ramas
grises comenzaron a llenarse de marrones y verdes ni cuando las flores
marchitadas por la tierra y el polvo se irguieron en amarillos y rojos y
violetas. Tampoco se dieron cuenta cuando el cielo se cubrió de
formaciones de abejas zumbantes que retornaban a germinar las colinas de
un pueblo vacío.
LOS COLORES DE LAS FLORES DE CRUZ ALTA
|
PERIODISMO / TERRORISMO DE ESTADO / ARGENTINA
Más de 35 años atrás estaba tomando un café en El Ruedo, un animado
restaurante en el centro de Córdoba, en Argentina, cuando un grupo de
soldados irrumpió en el lugar y me arrestó a mí y a dos amigos. Este
era el comienzo de una pesadilla que duraría más de cuatro años y que
me llevaría a las entrañas de lo que pasó a ser llamada la ´Guerra
Sucia´ argentina.
Aun cuando en esos años, y en diferentes prisiones, experimenté y fui
testigo de todo tipo de abusos, nada fue comparable a las atrocidades
vividas en la notoria Unidad Penitenciaria 1, mejor conocida como la
UP1. Ayer, el ex general Luciano Benjamín Menéndez, ex comandante
del III Cuerpo de Ejército y responsable de la prisión, al igual que el ex
presidente Jorge Rafael Videla y otros 28 acusados, fueron encontrados
culpables de crímenes de lesa humanidad por la ejecución de 31
compañeros con los que compartí ese tiempo y espacio de horror y con
los que, en esos años de juventud, me unía el sueño de una Argentina
más justa y democrática.
Cuando asistí a este histórico juicio del Tribunal Oral en lo Criminal
Federal No. 1, el 28 de julio pasado, la corte estaba escuchando el
testimonio del enfermero de la prisión que ayudó a esclarecer los
eventos que concluyeron en la muerte del prisionero político José René
Moukarzel, un jovial médico que fue descubierto por el teniente Gustavo
Adolfo Alsina pasándole un mensaje a otro preso. “El Turco”, como
cariñosamente lo llamábamos, fue estaqueado en uno de los patios de
la prisión y torturado a lo largo de toda la tarde y noche. Alsina lo
pateaba, golpeaba con la bayoneta y le tiraba agua al cuerpo desnudo,
en esa noche helada del invierno argentino. Sus gritos, y el eco de sus
gritos, resonaban a lo largo de todos los pabellones. Moukarzel,
moribundo, fue llevado a la enfermería en donde el enfermero Julio
Eduardo Fonseca intentó conectarlo a un tanque de oxígeno, pero fue
bloqueado por Alsina que le dijo: “Mejor, así se muere más rápido”.
Alsina estaba enfurecido y tan descontrolado que aun cuando Moukarzel
ya estaba muerto, de acuerdo a la declaración del testigo, el teniente
continuaba golpeando el cuerpo.
En un intermedio del juicio, en un momento inolvidable y muy emotivo,
me encontré con la familia de mi amigo Miguel Hugo Vaca Narvaja, un
abogado e hijo de un ex ministro del Interior, que el 12 de agosto de
1976 fue sacado por soldados de la celda que compartíamos . La
patrulla militar, liderada por el capitán Osvaldo Quiroga, también se llevó
a Higinio Toranzo y a dos hermanos: Gustavo y Eduardo De Breuil. Los
cuatro fueron transportados al Chateau Carreras (un amplio terreno
vacío en donde 2 años después el gobierno militar construiría un
monumental estadio en donde se jugarían algunos de los partidos del
Campeonato Mundial de Fútbol de 1978). Allí, Vaca Narvaja, Toranzo y
Gustavo De Breuil serían fusilados. Al otro hermano, Eduardo, se le
permitió sobrevivir. Después de los disparos, le sacaron la capucha, lo
hicieron mirar los cuerpos acribillados y lo mandaron de regreso a la
prisión con la misión de informarnos que lo mismo nos ocurriría a
todos. Sólo era cuestión de tiempo.
Considerando que entre el 24 de marzo y el 12 de agosto de 1976, 24 de
los prisioneros que estábamos en la UP1 habían sido ejecutados, la
amenaza era más que simple retórica. El modus operandi, en la
mayoría de los casos, era típico de la “ley de fuga”: una patrulla militar se
llevaba a los prisioneros, éstos eran ejecutados y después el general
Menéndez emitía un comunicado de prensa indicando que, mientras se
trasladaba a prisioneros, el convoy había sido atacado y los prisioneros
habían muerto en el fuego cruzado. Era irónico, obviamente, que ningún
miembro de las fuerzas armadas jamás terminaba lesionado.
y rezáramos porque esos iban a ser nuestros últimos momentos. Nos
pusieron en camiones y nos condujeron a un aeropuerto y desde allí,
encadenados al piso, nos llevaron en un avión de carga al sur de la
provincia de Buenos Aires en donde en vez de morir, irónicamente,
nuestra situación mejoraría.
En la prisión de Sierra Chica, lejos de los centros de detención
clandestina del general Menéndez, permitían visitas de familiares. Fue
allí que fui entrevistado por un representante de la Cruz Roja
Internacional. También descubrí que había sido adoptado como
Prisionero de Conciencia por Amnistía Internacional y que un grupo en
Austin, Texas, estaba trabajando por mi libertad. Por primera vez sentí
que no estaba aislado y rebrotaron mis esperanzas. Pero aún pasarían
más de 2 años, incluyendo un traslado a la prisión política de La Plata,
antes de que fuera liberado el 14 de julio de 1979. Seis meses
después, un decreto presidencial ordenaría mi completa libertad.
Sabiendo el riesgo que corría mi vida con el gobierno militar aún en el
poder, no perdí tiempo en partir al exilio.
En América del Norte, terminé la universidad, me casé, tuve un hijo y por
más de 20 años he trabajado como educador. Pero a pesar del tiempo
transcurrido, mis días de la ´Guerra Sucia´ nunca me abandonaron. Los
gritos de Moukarzel siendo torturado por el teniente Alsina en el patio de
la UP1, los ojos de ternura e incertidumbre de Vaca Narvaja mirándome
antes de ser sacado de nuestra celda por la patrulla militar, el cuerpo
inerte de Raúl “Paco” Bauducco en el suelo del patio de la prisión
después de ser ejecutado por un suboficial del ejército, siempre estarán
conmigo.
En una decisión de proporciones históricas, el tribunal federal, ayer,
sentenció a los ex generales Videla y Menéndez a cadena perpetua. La
misma pena recibieron otros 14 acusados que incluía a miembros del
ejército, policías del siniestro Departamento de Informaciones (D2) y
otros agentes civiles que colaboraron con las fuerzas de seguridad.
Otros 7 represores fueron sentenciado s a condenas de 6 a 14 años.
Siete fueron absueltos.
Las condenas de los generales que lideraron el estado terrorista, y la de
sus cómplices, no puede rehacer el pasado, no puede cicatrizar las
heridas de la tortura, no puede devolvernos los ejecutados, los
desaparecidos, no puede reconstruir lo destruido; pero puede
devolvernos una sensación de decencia ética de saber que aquellos que
usaron los métodos más crueles imaginables para masacrar la libertad
política son, y siempre serán, condenados por la historia.
(Este artículo fue originalmente publicado en el diario La Opinión de Los
Ángeles, California, el 26 de diciembre de 2010. Una versión en inglés
apareció en SearchWarp.com).
Así que no es una exagera- ción afirmar
que estaba más que atemorizado cuando
a mediados de diciembre de 1976, me
esposaron y enca- pucharon y, junto a
alrede- dor de otros 30 prisioneros, nos
ordenaron que nos arrodilláramos
D E S D E L A S E N T R A Ñ A S D E L A ´G U E R R A S U C I A´
|
Luciano Benjamín Menéndez
Ilolay 3269
Bajo Palermo
5000 Córdoba
Argentina
Estimado Sr. Menéndez:
Mi nombre es Néstor Fantini y soy un argentino que siempre sintió los
sentimientos más nobles por su patria. Si bien actualmente resido en
Estados Unidos, en otros tiempos, que cada vez cuesta más reconstruir
en mi memoria, vivía en Bajo Palermo, en una casa de tejas rojas y un
jardín verde inolvidable que está a solamente cuatro cuadras de donde
usted está cumpliendo su arresto domiciliario.
En esos años de mi infancia, de donde todavía llega la risa jovial de mi
madre e imágenes de una hermanita traviesa, asistía a la muy selecta
Academia Arguello, una escuela para los hijos de los ejecutivos
estadounidenses que trabajaban en la fábrica automotriz Kaiser.
Después tuve el honor de ingresar al Liceo Militar General Paz en donde
no solamente "me hicieron un hombre", como solía decir mi madre, sino
que también desarrollé el profundo amor por mi patria que jamás me
abandonó.
Pero fue casualmente en esa época del Liceo, en la turbulenta década de
1960, que junto a matemáticas e historia también aprendí temas
relacionados con la economía y la política que comenzaron a despertar mi
imaginación y, aún más importante, a generar preguntas y
cuestionamientos. ¿Cómo era posible que mis profesores, que incluían a
coroneles retirados, médicos y abogados, me hablaran de la importancia
de instituciones democráticas, me decía, mientras al mismo tiempo los
militares interrumpían el orden institucional, derrocaban gobiernos
elegidos por el pueblo e imponían por la fuerza su agenda política?
Fue esa contradicción y los aires de cambio social que permeaban por el
mundo, presentes en la resistencia vietnamita, las aspiraciones
independentista de nacionalistas africanos, el activismo del movimiento
estudiantil, lo que tal vez influyó en la psiquis de mi generación y nos
motivó a soñar en un futuro mejor.
Aunque usted no lo crea, Sr. Menéndez, la mayoría de los que se unieron a
las organizaciones políticas que promovían reformas y a las que hasta
proclamaban slogans revolucionarios, en realidad eran jóvenes con una
profunda lealtad nacional. Muchachas y muchachos que simplemente
aspiraban a que en la Argentina hubiese una distribución más equitativa
de la riqueza nacional y que los argentinos (y no las juntas directivas de
corporaciones o Departamentos de Estados ubicados en capitales
extranjeras) fuesen quienes tomaran las decisiones fundamentales que
determinasen nuestro futuro politico.
Pero para sus colegas de la época, los generales, almirantes y
brigadieres de las Fuerzas Armadas, la realidad era interpretada desde el
prisma de una remota Guerra Fría que enía sus orígenes en las
contradicciones entre las superpotencias y no en las problemáticas
regionales. La pobreza milenaria de las coyas jujeñas, las demandas
salariales de los obreros del cordon industrial de Villa Constitución, el
descontento estudiantil en la efervescente Córdoba, han sido
influenciados por el contexto histórico internacional, pero sus causas
fueron, son y serán esencialmente locales.
El 24 de marzo de 1976, los militares argentinos derrocaron al gobierno constitucional, cerraron el Congreso Nacional, nombraron nuevos miembros de
la Corte Suprema de Justicia, intervinieron universidades y sindicatos y prohibieron la actividad política. De acuerdo a Amnistía Internacional, 30,000
hombres, muje- res y niños desaparecieron, miles más fueron torturados o enviados a prisiones y decenas de miles se exiliaron en una Guerra Sucia que
se transformó en uno de los ejemplos más sangrientos del terrorismo de estado en el cono sur latinoamericano.
En este traumático período de la historia nacional, Néstor Fantini fue un prisionero político (a disposición del Poder Ejecutivo Nacional) en centros
de detención de Córdoba, Sierra Chica y La Plata. Durante esos cuatro años de horror, las experiencias más inhumanas las vivió en la UP1 que estaba
bajo el control del comandante del IIIer Cuerpo de Ejército, el ex general de división Luciano Benjamín Menéndez, uno de los líderes militares
más crueles del proceso. Allí, entre abril y diciembre de 1976, 28 jóvenes argentinos fueron fusilados por órdenes del general.
El 24 de julio de 2008, finalmente un tribunal federal condenó a Menéndez (esta es su primer condena), y a otros siete asociados, por el secuestro, tortura
y asesinato de cuatro activistas políticos a fines de 1977. El otrora poderoso general, que decidía quien vivía y quien moría, fue sentenciado a cadena perpetua, a
ser cumplida en una cárcel para criminales comunes. La siguiente es la carta que Fantini le envió al ex general (publicada en MUNDO LA) cuando se cumplió
treinta años del golpe militar.
Esa obsesión anticomunista, señor, los llevó a la antidemocrática decisión
de derrocar al gobierno constitucional en ese fatídico 24 de marzo de 1976
y a usar la excusa del peligro guerrillero (numerosos estudios claramente
señalan que para esa época estas fuerzas ya no tenían ninguna
capacidad operacional que amenazase la hegemonía del estado) para
iniciar un Proceso de Reorganización Nacional que tuvo el triste privilegio
de introducir el terrorismo de estado en la Argentina.
De Ushuaia a La Quiaca, el país se pobló de centros clandestinos de
detención, se oficializó la tortura, el secuestro, las ejecuciones
extrajudiciales, el robo de bebés, el tirar a prisioneros drogados desde
aviones en las oscuras aguas del océano, el despojo de los bienes de los
arrestados. Las cárceles se llenaron de trabajadores, estudiantes,
profesionales, sacerdotes, periodistas, amas de casa, cuyo delito fue
simplemente participar de una manifestación, escribir un artículo crítico del
general Jorge Rafael Videla, pedir un aumento salarial o, los más
desafortunados, aparecer en una agenda telefónica de un detenido. De
acuerdo a Amnistía Internacional, 30,000 hombres, mujeres, ancianos y
niños desparecieron para nunca más volver, miles terminaron en cárceles
políticas o en el exilio.
Usted, Sr., era el general de división que estaba a cargo del IIIer Cuerpo de
Ejército, que tenía jurisdicción sobre Córdoba. Una de las provincias en
donde ocurrieron las crueldades más destacadas de la represión. Usted
es responsable por la tortura, las ejecuciones, el inhumano horror que
tuvo lugar en centros clandestinos de detención como La Perla, el Campo
de la Ribera, la Hidráulica del Dique San Roque, el Departamento de
Informaciones 2, la UP1, que estaban desparramados en barrios,
cuarteles y pequeñas localidades de nuestra Córdoba.
Lamentablemente, señor, usted nunca tuvo la valentía de asumir
responsabilidad por sus fechorías. Algunas de las cuáles, como bien
sabe, las comandaba personalmente en esas operaciones nocturnas en
las que le gustaba que lo llamasen por su nombre de guerra: la Hiena.
Usted es responsable por la tortura de indefensos, los fusilamientos sin
juicio, las desapariciones arbitrarias, el inconcebible robo de bebés
inocentes. Responsable por esa sensación de miedo, desesperanza, que
ensombreció la región.
Los soldados, señor Menéndez, pelean de frente, como verdaderos
hombres. Usted y sus soldados, que abusaron a civiles indefensos,
avergüenzan la honorable tradición sanmartiniana y los valores
fundamentales de una sociedad democrática.
Yo, señor, soy uno de los que lograron sobrevivir el horror de su Guerra
Sucia. Me fui a América del Norte, terminé la universidad y tuve un hijo
maravilloso que ilumina mis días. Y hoy, en este país de oportunidades,
tengo ese estilo de vida, esos valores, por los que mi generación luchó y
que usted negó a esa triste Argentina de la década de 1970. Que Dios lo
perdone, Luciano Benjamín Menéndez, y le dé la tranquilidad que
seguramente no tiene porque, al menos yo, quiero que pase el resto de su
vida detenido en esa casa de rejas verdes, de Bajo Palermo, en donde
una tarde de un verano reciente lo vi caminar cabizbajo en el patio, cuando
le mostré a mi hijo en donde vivía un criminal.
Atentamente.
Néstor Fantini
CADENA PERPETUA PARA EL GENERAL MENÉNDEZ
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CARTA
LA LUCIÉRNAGA ONLINE: Podrías explicar por qué el golpe militar
del 24 de marzo de 1976 fue diferente a otros golpes de estado.
NÉSTOR FANTINI: La historia de los golpes militares en Argentina
se remonta a 1930 cuando el general José Félix Uriburu derrocó al
gobierno constitucional del presidente Hipólito Yrigoyen,
comenzando lo que en la historia argentina se conoce como la
Década Infame y también comenzando lo que sería una larga lista
de asonadas militares. En términos generales, las incursiones de
los militares en el gobierno, como en otras partes del mundo, era
para ayudar a implementar la agenda de uno de los diversos
grupos de intereses económicos que no podían llegar al poder a
través de las urnas y optaban por el movimiento de fuerza. En ese
sentido, los golpes implicaban reprimir a algunos focos de
resistencia e imponer a su hombre en la Casa Rosada que
favorecía a los monopolios internacionales, la burguesía nacional ,
el sector agroexportador o el sector de turno en el momento. El 24
de marzo de 1976 fue diferente porque todo el partido militar estaba
unificado en lo que se llamaría el Proceso de Reorganización
Nacional que buscaba cambiar la fisonomía política y económica de
la nación. Los líderes, el general Jorge Rafael Videla, el almirante
Eduardo Massera y el Brigadier Orlando Agosti deseaban destruir la
oposición de izquierda, someter el movimiento obrero sindicalizado,
debilitar el sector industrial e imponer una Argentina de orden
occidental, cristiana y agroexportadora. Siguiendo la Doctrina de
Seguridad Nacional, y con la excusa del peligro comunista y de
reprimir a la subversión armada (irónicamente diferentes análisis
sugieren que, para 1976, los movimientos armados más
importantes, Montoneros y el Ejército Revolucionario del
Pueblo/Partido Revolucionario de los Trabajadores, ya no contaban
con la capacidad operacional como para representar una verdadera
amenaza al estado), se inició una campaña represiva que
desmanteló instituciones democráticas y, como sacado de un
manual de contrainsurgencia, se transformó a casi toda la
población en potencial enemigo.
LA LUCIÉRNAGA ONLINE: En términos generales, ¿cómo se
organizó e implementó la represión?
NÉSTOR FANTINI: La represión ya había comenzado a comienzos
de 1975 cuando las Fuerzas Armadas comenzaron el Operativo
Independencia que les daba mano blanca en la lucha contra la
subversión. Pero es con el arribo al gobierno de los militares que
comienza un sistema muy peculiar de doble estado. Por un lado, el
estado legítimo que mantenía una cara oficial y que asumía
responsabilidades por sus acciones y, por otro lado, un estado
secreto, clandestino, que se encargaba de “hacer el trabajo sucio”.
El estado legítimo, por ejemplo, decía que un grupo de guerrilleros
que estaba detenido en una cárcel era trasladado a un juzgado y
que de pronto fueron atacados por otros guerrilleros que los
intentaban rescatar. El estado legítimo, a través de sus portavoces,
emitía comunicados que acusaban a la subversión del ataque y las
muertes en las que, sintomáticamente, ningún miembro de las
fuerzas armadas terminaba ni herido. El estado secreto,
clandestino, era en realidad el que había trasladado a los detenidos
y que los había fusilado.
El estado secreto estaba muy bien organizado, como lo
demostraron los estudios de la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas (CONADEP), que encabezara el escritor
Ernesto Sábato, y en los que se ubicaba a los miembros de la Junta
Militar, los comandantes de los Estados Mayores, los Jefes de
Cuerpo de Ejército, a la cabeza de regiones y subregiones en las
que operaban grupos de tareas (GT), integrados por miembros de
las Fuerzas Armadas y de seguridad, que mantenían más de un
centenar de centros clandestinos de detención (CCD) en donde
trabajadores, estudiantes, médicos, sacerdotes, amas de casa,
eran torturados y asesinados después de haber sido
secuestrados.
LA LUCIÉRNAGA ONLINE: Podrías mencionar algún caso
específico de alguien afectado por ese aparato represivo.
NÉSTOR FANTINI: En junio de 1976, en medio de la represión, el
abogado Miguel Hugo Vaca Narvaja, que fue arrestado por defender
a prisioneros políticos, fue
removido de la Unidad Penitenciaria 1 de Córdoba (UP1), en donde
se mantenían tres pabellones con prisioneros políticos, y
trasladado al Centro de Detención Clandestina de La Perla, junto a
otros dos detenidos. Allí, un oficial del ejército le informó que lo
habían llevado a fin de ejecutarlos en represalía por el asesinato de
un funcionario gubernamental, pero como ya se habían 'cobrado'
las muertes, serían retornados a la UP1. Pero que no se hicieran
ilusiones, pues estaban a la cabeza en la lista de quienes morirían.
El caso Vaca Narvaja, hijo de un ex ministro del Interior y hermano
de un jefe Montonero, era parte de una campaña internacional que
puso gran presión en el gobierno de facto y que llevó a la Corte
Suprema de Justicia, en un sorprendente acto de independencia, a
ordenar que se le permitiese salir del país. La respuesta del
gobierno militar a estos ´insolentes jueces´ fue, cinco días después
del dictamen judicial, retirar a Vaca Narvaja de la UP1, junto a otras
tres personas, llevarlos a un descampado, el Chateau Carreras (en
donde años después se jugarían los partidos del Mundial de
Fútbol) y ejecutar a Vaca Narvaja, Higinio Toranzo y Gustavo De
Breuil. Al cuarto prisionero, Eduardo De Breuil, los militares le
hicieron bajar la venda y ver los cuerpos de los asesinados y le
dijeron que volviera a la UP1 para que les informase a los
detenidos que eso era lo que les iba a pasar, uno por uno, a todos
los que estaban allí.
LA LUCIÉRNAGA ONLINE: Al final, ¿cuántos se estiman que
desaparecieron?
NÉSTOR FANTINI: La cifra es muy difícil de determinar ya que en
muchos casos nunca se hicieron denuncias. Un número que fue
inicialmente usado por una de las organizaciones protectoras de
derechos humanos más prestigiosas del mundo, Amnistía
Internacional, y que muchos otros han seguido utilizando, es el de
30,000 desaparecidos. Una cifra tremenda. Proporcionalmente, es
como si aquí, en EEUU, desaparecieran 360,000 personas.
LA LUCIÉRNAGA ONLINE: Después de más de tres décadas,
¿cuál es la situación de los represores?
NÉSTOR FANTINI: Cuando Raúl Alfonsín asumió como presidente
constitucional en 1983, se les inició juicio a los líderes militares. En
una decisión histórica, el tribunal encontró culpable y emitió
condenas de por vida a algunos miembros de las juntas militares
responsables por la Guerra Sucia. Numerosas maniobras políticas
y decisiones legislativas posteriores resultaron en amnistías e
impunidad que benefició a centenares de represores. Durante la
gestión de Néstor Kirchner se adoptó una agresiva política de
derechos humanos que resultó en la anulación de la amnistía, la
derogación de leyes y el reinicio de juicios contra más de
doscientos cincuenta miembros de las fuerzas armadas y de
seguridad. Algunos de ellos, el general de división Luciano
Benjamín Menéndez, el general de brigada Antonio Domingo Bussi,
el comisario Miguel Etchecolatz, el capellán militar Christian Von
Wernich ya están en la cárcel.
LA LUCIÉRNAGA ONLINE: ¿Cuál es el pensamiento de la sociedad
argentina hoy en día sobre esa era de represión?
NÉSTOR FANTINI: Todavía hay problemas. Durante el juicio de
Etchecolatz, despareció Jorge Julio López, uno de los testigos
claves en las denuncias contra el feroz represor. Una señal clara
que todavía existen elementos de inteligencia dentro del aparato
estatal que se pueden dar el lujo de articular este tipo de
operaciones. De todos modos, Argentina ha avanzado años luces
respecto a la época de las Juntas Militares. Es más, hasta hace
poco, muchos argentinos todavía se subscribían a la engañosa
teoría de los dos demonios. En los últimos tiempos, con mayor
educación, con una política gubernamental que resalta el tema de
los derechos humanos, con la declaración oficial del 24 de mayo
como un día pago que se debe prestar a la reflexión, cada vez son
más los argentinos que entienden mejor lo que ocurrió en esos
años dolorosos de la historia argentina, que piden justicia y que se
suman al pedido de la CONADEP de que esto nunca más vuelva a
ocurrir.
ENTREVISTA A UN EX PRISIONERO POLÍTICO A 33 AÑOS DEL GOLPE MILITAR ARGENTINO
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PERIODISMO / POLÍTICA / ESTADOS UNIDOS
.El 4 de noviembre, la nación está convocada a decidir su destino en lo que se puede caracterizar como la consulta electoral mas importante de
su historia contemporánea.
.....Las amenazas en el horizonte son evidentes. Los ataques terroristas del 11 de Septiembre violaron una sensación de seguridad que no se
puede volver a recuperar jamás. Y el reciente colapso del sistema financiero global nos ha acercado al abismo como nunca antes desde la Gran
Depresión.
.....A comienzos de las décadas de 1920 y 1930, cuando el mundo confrontaba la expansión de las fuerzas asociadas con la Revolución
Bolchevique y la hiperinflación desvastaba economías europeas, las ilusorias promesas de líderes populistas condujeron al fascismo y a la
posterior guerra mundial.
.....En aquel momento de crisis, mientras algunos en Europa se alineaban detrás del Duce y del Fuhrer (que inmediatamente transformaron a
Italia y a la República de Weimar en regímenes totalitarios), otros, del otro lado del Atlantico, optaban por la continuidad de sus instituciones
democráticas. En la histórica elección de 1932, los estadounidenses resonantemente apoyaron a Franklin Delano Roosevelt. Un estadista de
los grandes de la historia que evitó caer en la histeria anticomunista de los tiempos y quien, durante la IIa Guerra Mundial, no tuvo inconvenientes
en aliarse con la Unión Soviética para pelear contra el fascismo, un progresista que implementó politicas economicas de intervencionismo
estatal que ayudaron a aliviar el sufrimiento de las familias trabajadoras más afectadas por la crisis económica.
.....El 4 de noviembre de 2008, la opción es entre el senador Barack Obama (D-Illinois) y el senador John McCain (R-Arizona). Dos líderes que
simbolizan dos posibilidades, dos sueños, dos universos diferentes.
.....John McCain, el héroe de la Guerra de Vietnam, más allá de la retórica preelectoral, representa los intereses del establisment corporativo y
militar. Su ardiente defensa de la Guerra de Irak, su apoyo a la Doctrina Bush y el concepto de la guerra preventiva, su inicial apoyo y posterior
vacilación en condenar las limitaciones a los derechos civiles, la revisión de sus propuestas en el tema de inmigración, su programa impositivo
de incondicional alianza con las grandes corporaciones, lo colocan como el candidato indiscutible de una minoría privilegiada.
.....Barack Obama, por el contrario, es el símbolo de lo casi imposible que solamente soñando se puede conseguir. De ganar, sería el primer
afroamericano en la Casa Blanca. Y eso de por sí es uno de los más grandes logros en esta nación en donde sólo medio siglo atrás todavía
había carteles que prohibían la entrada a "gente de color y perros". Obama es la posibilidad de transformar, de reconfigurar. Y no es ninguna
casualidad que su agenda política, sea diferente a la de McCain. El senador de Illinois promete que en solamente 16 meses se retirarán las
tropas estadounidenses de posiciones ofensivas en Irak. Siempre ha condenado la Doctrina Bush porque considera que es arrogante y viola el
derecho internacional y está dispuesto a usar la diplomacia hasta con aquellos que no comparten los intereses de EEUU. Promete estudiar toda
la legislación y decretos secretos aprobados por Bush para derogar aquellos que violen principios constitucionales. Además, ha indicado que
apenas asuma cerrará la Cárcel de Guantánamo. En materia económica, su propuesta beneficiaría más a los sectores trabajadores y clases
medias y aumentaría las contribuciones impositivas de las grandes corporaciones y los individuos con un ingreso de más de $250,000 dólares
anuales. Quiere asegurar que todos los estadounidenses cuenten con seguro médico y es un claro defensor de proteger al medioambiente y de
utilizar energías alternativas.
.....Después de 8 años de una administración inepta que con media verdades y mentiras nos empujó a una guerra irracional en la que hemos
perdido a más de 4,000 de nuestros hijos, que pasó de un superávit fiscal al déficit más grande en la historia del país, que nos llevó a la crisis
financiera más catastrófica de los últimos setenta años; una administración que introdujo el secuestro de enemigos (´extraordinary rendition´),
que racionalizó con principios utilitarianos el uso de la tortura, la creación de centros de detención clandestina en remotos rincones secretos del
planeta; una administración que ignoró acuerdos globales como el Tratado de Kyoto, ridiculizó la labor de organismos internacionales como las
Naciones Unidas y UNESCO, que condujo su politica exterior con la arrogancia que proviene de la fuerza y se ganó la desconfianza y el repudio
de la comunidad internacional; los estadounidenses demandamos un cambio. No podemos permitir otros 4 años de la misma filosofia política y
económica. Por eso es intolerable pensar que McCain pueda predominar en esta consulta electoral. Porque McCain representaría la
continuidad de la politica exterior y doméstica de George W. Bush.
.....EnEn noviembre de 1932, a pesar de los nubarrones que se erguían en el horizonte internacional y la desesperación económica, los
estadounidenses no se equivocaron y votaron por Roosevelt. Ahora, en medio de un momento de proporciones históricas, tampoco podemos
equivocarnos. Por eso el 4 de noviembre mi voto será para este hijo de un africano y de una mujer blanca de Kansas, por este niño que creció en
la intersección de varias culturas y que en la América de los sueños consiguió escapar al destino de tantos de su raza y conquistó, con su
carisma e intelecto, la imaginación de la nación. Mi voto es por Barrack Hussein Obama que, casi con versos en sus labios, prometió terminar
una guerra y redistribuir la riqueza en una nación que en los últimos tiempos perdió su rumbo pero que debe volver a los principios
fundamentales de libertad y justicia con que, más de dos siglos atrás, sus fundadores la crearon.
Los candidatos republicanos han dicho barbaridades, pero ninguna parece tan peligrosa como la declaración
de Newt Gingrich que de llegar a la Casa Blanca ignoraría alguna de las decisiones de la Corte Suprema que
entren en conflicto con sus propuestas.
En caso de que el ex presidente de la Cámara de Representantes no se haya dado cuenta, su proposición es
equivalente a tirarle un cañonazo mortal a la Constitución Nacional que establece un sistema de división de
poderes en el que cada rama de gobierno, como lo indican los primeros tres artículos, debe cumplir una función
específica.
Como todo estudiante de derecho constitucional aprende en la clase más elemental, la rama judicial, siguiendo
las ideas del filósofo francés Montesquieu, es la que revisa y dictamina la constitucionalidad de las leyes aprobadas por el Congreso. O sea que tiene la última
palabra en materia de legislación.
El presidente, contrario a lo que descabelladamente propone Gingrich, no puede ignorar legislación que ha sido aprobada por el Congreso y convalidada por
las cortes. Al menos, por supuesto, que como ocurre en las republiquetas bananeras, se transforme en dictador e imponga su agenda política al margen de lo
que piensen las otras instituciones del estado.
Newt Gingrich no es el primero en tratar de neutralizar la función institucional clave de las cortes judiciales en la democracia estadounidense. Uno de los más
ilustres presidentes de nuestra historia, Franklin Delano Roosevelt, intentó relativizar el poder de la Corte Suprema de Justicia proponiendo, en 1937, que se
aumentase el número de jueces en la máxima corte judicial de la nación.
Lo que ocurría en ese difícil momento de nuestra historia es que Roosevelt se sentía impotente ante una corte que en más de una ocasión había dictaminado
en contra de programas sociales y económicos de su New Deal. Agregando seis jueces con simpatías por sus políticas de intervencionismo estatal, le
asegurarían la aprobación necesaria para implementar estos programas que, en última instancia, buscaban sacar al país de la Gran Depresión Económica.
La opinión pública y hasta miembros de su mismo partido se opusieron a la propuesta de FDR porque claramente entendieron el peligro de limitar el poder de
una institución del estado por necesidades políticas contextuales. Al final el proyecto de ley nunca fue aprobado y Roosevelt nunca más intentó algo similar.
Evidentemente el profesor Newt Gingrich no leyó muy bien esta parte de nuestra historia porque parece inclinado a cometer el mismo error. O aún peor, en vez
de controlar la Corte Suprema, directamente quiere anular su poder ignorando sus dictámenes, promoviendo juicios políticos contra jueces y clausurando
cortes que se opongan a su visión política.
Pero para los que conocemos a Newt, esto ya no nos sorprende. Después de todo, estamos hablando de un líder republicano que entre sus logros se
destaca el irresponsable cierre del gobierno federal en 1995, haber mantenido un ´affair´ mientras hipócritamente apoyaba el juicio político contra el presidente
Bill Clinton en aquellos tiempos de Mónica Lewinsky, andar gastando medio millón de dólares en tiendas como Tiffany, cobrar $1.6 millón por aconsejar a
Fannie Mae y Freddie Mac que, para muchos de sus colegas republicanos, comparten responsabilidad en haber contribuido al debacle del sector de bienes
raíces y a la Gran Recesión Económica de los últimos años.
En la última encuesta nacional de Gallup, Newt Gingrich lidera entre los candidatos republicanos con 28% de los votos. De finalmente imponerse, algo que
dudo, el partido republicano tendrá un candidato que está en récord apoyando la quasi destrucción del poder judicial y, por lo tanto, la imposición de un sistema
autoritario que nada tiene que ver con nuestra democracia.
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Este artículo fue publicado en el Huffington Post y en AOL Latino, en diciembre de 2011.
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G I N G R I C H P R O P O N E S I S T E M A A U T O R I T A R I O
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Los intelectuales latinos tenemos la responsabilidad cívica de denunciar la intolerancia y la injusticia. Y que mejor ejemplo de estas aberraciones que la
ley que acaba de ser aprobada en Arizona por la gobernadora Jan Brewer (R) que autoriza a la policía a que interrogue y arreste a aquellos que se
sospecha que son inmigrantes indocumentados.
La gobernadora, los líderes del partido republicano y los cavernícolas de organizaciones antiinmigrantes como FAIR defendieron la ley
argumentando que el estado está siendo atacado por narcotraficantes y otros criminales y, además, que el gobierno federal no ha asumido sus
responsabilidades.
El argumento de la gobernadora republica y de sus secuaces falla en varios frentes. Para empezar, es inaceptable igualar a inmigrantes con
criminales. Por el contrario, numerosas investigaciones académicas serias, como las de Kristin Butcher, del Banco de la Reserva Federal de Chicago,
y Anne Morrison, de la Universidad de Piehl Rutgers, sugieren que las tasas de criminalidad de las comunidades inmigrantes son más bajas que
las tasas de los nativos.
Además, desde una perspectiva jurídica, es inadmisible que Arizona trate de legislar en materia de inmigración y seguridad de la frontera cuando esto es
exclusividad del gobierno federal. La Constitución Nacional es bien clara al respecto. En su Artículo I, Sección 8, la ley suprema de la nación establece
que “la defensa común y el bienestar general” del país, al igual que la responsabilidad de “establecer una regla uniforme de naturalización” son poderes
que explícitamente se delegan al Congreso Nacional y no a los estados.
Como era de esperar, la ley provocó la crítica de diversos sectores de la nación. El presidente Barack Obama declaró que esta pieza legislativa “atenta
contra nociones básicas de justicia”. Otros han sugerido que es equivalente a la “ley de pases” del otrora gobierno racista de Sudáfrica. Aún más, el
cardenal Roger Mahony, de la archidiócesis de Los Ángeles, la comparó con las tácticas policiales de la Alemania nazi y el estalinismo soviético.
Los que tienen memoria histórica saben que lo que ocurre en Arizona es similar a lo que aconteció en California a mediados de la década de 1990
cuando los republicanos y conservadores recalcitrantes apoyaron la Proposición 187 que fue tan cruel y mal intencionada como la ley de Arizona. Al final
nunca fue implementada porque la declararon inconstitucional, pero aun así destruyó las posibilidades electorales de los republicanos que
perdieron la confianza y el cada vez más importante voto de la comunidad latina.
La gente progresista de esta gran nación de Jefferson y Lincoln, que está en contra del racismo, que rechaza la intolerancia, que ambiciona una
sociedad con libertades y justicia, deben levantar su voz en oposición a los muros de "apartheid" que se están erigiendo en Arizona y demandar la
derogación de esta nefasta ley. Aún más, aquellos que hacen negocios con el estado de Arizona deberían considerar boicotearlo mientras SB1070 tenga
vigencia. Y en lo que respecta al gobierno federal, la administración Obama debería tener la valentía política y determinación de proponer y pasar en el
Congreso Nacional un proyecto de ley que, sin más demoras, garantice la ciudadanía a los 12 millones de inmigrantes indocumentados que todos los
días van a trabajar o estudiar en nuestras granjas, restaurantes, fábricas, oficinas, escuelas y universidades. El no hacerlo, nos transforma en
cómplices del crimen que está siendo perpetrado por los Afrikaners del estado de Arizona. Esto, sin dudas, es la lucha de derechos civiles de nuestra
generación.
LA MUY INTOLERANTE ARIZONA
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El educador y escritor argentino Néstor Fantini acaba de publicar De mi abuela, soldados y Arminda. Se puede adquirir en Amazon.com y en Barnes & Noble.
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