Volumen IV * Número 2 * MARZO - ABRIL 2010

Entre las muchas actividades que organiza La Luciérnaga Online se destaca el
concurso anual de poesía y cuentos en el que, gracias a la maravilla de
internet, pueden participar poetas y escritores de todo el mundo.   

Al igual que el año anterior, el “Concurso Internacional de Poesía y Cuentos
de La Luciérnaga Online 2009” fue todo un éxito.  Se recibieron obras de
poetas y escritores de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Estados Unidos,
España, Guatemala, México, Nicaragua, Perú y Uruguay.

El ganador en la categoría Poesía fue el argentino Hernán Granovsky, con su
poema Sábado recostado.  Granovsky tiene 30 años y vive en Buenos Aires.  
Aparte de sus actividades relacionadas con el periodismo, integra una banda
de sikuris que interpreta canciones andinas.   

El segundo premio fue para La masacre del calabozo, de la salvadoreña Dora
Olivia Magaña, residente de Los Angeles, EEUU; y el tercer premio para
Ángulo llano, de Liliana Savoia, de Rosario, Argentina.  

En la categoría de Cuentos, el ganador fue el peruano Erick Wolfrang
Talavera Cuya, con Oso.  Talavera vive en Lima y estudia ciencias políticas en
la Universidad Nacional Federico Villareal.  Aparte de haber sido galardonado
con otros premios, entre ellos el de la revista Humanística, también ha sido
seleccionado por la embajada de España para recibir clases del escritor
español Nacho Docavo Alberti.   

El segundo premio fue otorgado a Las calles del pueblo, de la argentina
Cecilia Davicco, que vive en Northridge, EEUU; y el tercer premio a El último
pasajero, de Raúl Oscar Ifran, de Punta Alta, provincia de Buenos Aires,
Argentina.  

En Poesía, recibieron menciones especiales Melina Adamo, de Martínez,
provincia de Buenos Aires, Argentina, por Esta noche blanca; Gladys Jiménez,
nicaragüense que reside en Los Angeles, EEUU, por Devaneo; y José Mariano
Cantoral Figueroa, de la Ciudad de Guatemala, Guatemala, por Eufemismos
del descabezamiento inevitable.  

Las menciones especiales en Cuentos fueron para Hernán Granovsky, de
Argentina, por Miradas; Lorenzo Reina, cubano que reside en Anaheim, EEUU,
por Tricotomía urbana; y Jorge Carrasco López, de Chile, por Otro precio.   

Las obras aparecerán en La Luciérnaga Online, www.la-luciernaga.com, en su
Volumen IV, Números 2, 3 y 4 (entre marzo y agosto de 2010).  Además, los
poemas y cuentos ganadores serán leídos en eventos culturales de Los
Ángeles y serán parte de una antología que será publicada próximamente.  

La Luciérnaga Online agradece a los jueces de este concurso y a los
miembros del Consejo Editorial, Julio Benítez, Elsa Frausto, Gabriel Lerner,
José Manuel Rodríguez, por su continuo apoyo.
D E L  E D I T O R
EXITOSO CONCURSO INTERNACIONAL
P O E S Í A S

Recostado sobre mi cama
sábana amarilla
puedo sentir como la vecina del H apoya una mano
en la canilla y abre la ducha
puedo escuchar cuando aprieta el botón del inodoro
y puedo conocer el funcionamiento, la frecuencia y
los vaivenes de su sistema urinario

Recostado sobre mi cama
colcha revuelta
sufro a la nenita que grita en el pasillo
miro el primer gol de Estudiantes
me estremezco ante el rugido atronador que hace
la cañería cuando la señora del F abre
la canilla llena la pava y prepara unos mates para
compartir en el balcón con quien sería
aparentemente su nuevo novio además del
encargado de construir junto a ella las
conversaciones más triviales y aburridas que jamás
se hayan oído

Recostado sobre mi cama
papeles desparramados
toco el sikus bien fuerte
hago que los pájaros respondan
y escucho de nuevo a la del H que ahora abre los
ventiletes de la cocina para dejar
escapar el espeso humo que despide la plancha al
cocinar esas hamburguesas recién
compradas en el supermercado de avenida Del
Libertador

Recostado sobre mi cama
piernas retraídas
me aturden la sirena de esa ambulancia y el
zumbido de ese mosquito
veo como esos dos cosos me miran
y presiento que en la vereda de enfrente está
pasando una chica de piernas desnudas y
flacas paseando a su perro y me la pierdo por
quedarme aquí a escribir esto en lugar de
asomarme de una vez por la ventana

Recostado sobre mi cama
libro interminable
veo a las hojas moverse por el chiflido del viento
veo al monitor de la computadora prenderse de
golpe como consecuencia de la
vibración de la música en la tele
siento al tren arrancar destino Retiro y me pregunto
quién estará pensando en mí en este
instante y si alguien bajará para contarlo

Recostado sobre mi cama
vuelo bajo
sueño cerca
lloro hondo
y entonces la cama se hace más profunda y me
envuelve con alas de algodón y me
transporta hasta el fondo de los fondos y me deja
guardar las penas allí abajo a veces
por un ratito y a veces para siempre

Recostado sobre mi cama
vuelo alto
sueño lejos
gozo en colores
y entonces la cama se eleva hasta llegar al techo y
traspasar el departamento del pibe del
2° a quien sospecho que le molesta que haga
música no así a la vecina del H que no
tiene problemas y que sostiene que el que tiene
problemas es el viejo del 2° y sigue
subiendo y sigue y sigue hasta llegar a la terraza
para ver el río y luego descender,
invisible, silenciosa, en puntitas de cama,
dejándome perplejo, boca arriba, aquí
nomasito, recostado sobre ella

HERNÁN GRANOVSKY es un periodista y escritor argentino
que reside en Buenos Aires. Aparte de su aficción por la
literatura, su interés por la música lo llevo a integrar una
banda de sikuris que interpreta canciones andinas con el
objetivo de reivindicar
los valores del las primeras civilizaciones de las Américas.

Hace muchos años, en un lugar que todos habían
olvidado, las plantas y las flores ya no crecían. Los
animales y los granjeros estaban tan tristes de ver la
tierra seca y desolada. En una pequeña casita vivía una
mamá coneja con sus tres conejitos. Una mañana
mamá coneja hizo tres pastelitos sabrosos con la
última harina que le quedaba.

Mamá coneja llamó a sus hijitos y les dijo, —Conejitos,
no hay nada que comer en esta casa. Acabo de hornear
estos pastelitos sabrosos. Quiero que cada uno de
ustedes lleve a vender un pastel al mercado. Tengan
cuidado. Véndanlos a un buen precio para que
tengamos dinero con que comprar comida.

Los conejitos estaban contentos de ayudar a su mamá.
Cada uno agarró un pastelito sabroso y se fueron al
mercado.

—Recuerden de venderlos a un buen precio—les
recordó su mamá.

El primer conejito se fue brincando al mercado. Se paró
a contemplar la tierra seca y enferma.

De repente la tierra le comenzó a hablar— Conejito,
conejito dame ese pastelito sabroso. Tengo tanta
hambre.

—Claro, dame cinco dólares y el pastelito es tuyo —le
contestó el primer conejito.

—No tengo dinero, pero si me das el pastelito sabroso
me pondré muy fuerte. Seré una tierra muy rica donde
las plantas y flores crecerán con alegría —le dijo la tierra.

El primer conejito le dio el pastelito a la tierra. La tierra
se lo comió y los dos estaban contentos.

El segundo conejito se fue trotando al mercado. Se paró
para ver los débiles rayos del sol.

De repente el sol le comenzó a hablar—Conejito,
conejito dame ese pastelito sabroso. Tengo tanta
hambre.

—Claro, dame diez dólares y el pastelito es tuyo—le
contestó el segundo conejito.

—No tengo dinero, pero si me das el pastelito sabroso
me pondré muy fuerte. Me pondré redondito, mis rayos
serán resplandecientes. Les daré luz a todas las
plantas y flores para que crezcan con alegría—le dijo el
sol.

Es hijo de pastores alemanes –te lo reconfirmó la vecina-

Y por un momento llegaste a creer que te llevaban a un
asilo ¿hubiese sido mejor, no crees?, pero era sólo que
habías olvidado el camino a casa; el viejo iba sentado en
la parte trasera de la camioneta; hace mucho que no
viajas a la ciudad, desde la universidad ¿no? Pero nunca
te acostumbraste después de aquello y preferiste regresar
a tu pueblo, al olor a tierra por las mañanas, para quedarte
a vivir ahí, para siempre, pensaste, hasta que vas
comprendiendo que eso no podrá ser así ahora que te
están bajando del auto y te dirigen hacia la que será tu
nueva casa en esa ciudad hecha de cemento.

Tenemos que hablar contigo, Daniel.

Dime, mamá.

Tu papá y yo hemos conversado sobre tus estudios. La
otra semana ya terminas la secundaria y debes empezar
cuanto antes la universidad. Nos tenemos que mudar a
Lima.

Está bien. Felizmente me lo dijeron a tiempo, para poder
buscarle a oso una casita de dormir, una a su medida,
justo he mirado una en…

Es que el no podrá ir con nosotros. Tú bien sabes que el
departamento de Lima es pequeño y que en el edificio no
les permiten a las familias criar animales grandes.

Pero mamá, es como uno más de nosotros, tenemos que
llevarlo…

Te lo advertimos cuando lo trajeron, era un perro grande
que luego no sabríamos dónde meterlo. Ofrécelo en las
chacras, ahí necesitan guardianes, o ya verás dónde lo
dejas porque no podemos retrasar el viaje, tu papá ya
pidió su cambio en el trabajo y no es cosa de juego.

¡No lo voy a regalar mamá, ni mucho menos lo voy a dejar
abandonado!

¡No me levantes la voz!



Ya te dijimos. Ve empacando y pensando qué haces con
ese animal.

Te sorprendió que a mamá le importara poco tu cachorro,
fue contundente: “ve pensando que haces con ese
animal”, era lo peor que te habían dicho, lo insultaban a él,
te dolía a ti, y te deprimiste por ello, y no hallaste solución,
por eso empezaste a indagar un nuevo hogar para él,
aunque te dolía en el fondo, pero igual, nadie aceptaba un
perro ya crecido ¿y en la chacra no lo querrían? No, moriría
ahorcado por los cables, no se acostumbraría o, antes
que siga causando molestias, lo matarían igual. No
supiste qué hacer.

No sabías qué hacer en esa casa que, aunque
continuamente visitada por tus hijos, te sentías más solo
que nunca, era como si al viejo no lo tomaran en cuenta,
como si no estuviera con ellos, acercándose, diciéndole y
dándole sólo lo necesario, ¿para qué? ¿Qué de
interesante tenía conversar con un viejo tristón que nunca
pudo superar aquello? Te dejaban divagar por la casa,
pero tú sólo alternabas tus días entre aquel cuartucho de
invitados donde te habían instalado  y la silla con vista
desolada al jardín trasero, ya casi nada te importaba y así
se te iban los días ¿no, viejito?

Hasta que ya no aguantaste y se te cayeron las lágrimas.
Peor hubiese sido en Lima, Daniel, allá moriría
atropellado, acá, al menos, tiene más posibilidades de
vivir; tu cachorro es fuerte e inteligente, ya verás que sabrá
arreglárselas solo. Ya cierra las puertas, ya estuvimos
buen rato esperándote, ya déjalo irse. Antes de marcharte
le prometiste regresar por él apenas puedas, apenas no
tengas que pedirle permiso a nadie sobre si tu cachorro
se puede quedar. O no abandonarlo. Porque ahora sólo lo
miras perderse, a lo lejos, en la silueta de aquella
inhóspita y desolada carretera. Ya no llores, Danielito, ya
no llores.

Ya crecerás y podrás volver por él, Danielito, como ahora
que regresas por aquella carretera en tu propio auto
después de años, quizás ocho, quizás más, ya estás
hecho todo un hombre, y ya tienes tu propia casa,
pequeña, estás sólo tú en ella y eso te basta ¿no? No. Ah,
por eso has vuelto por estos lugares inhóspitos en medio
de la carretera que va hacia el sur. Por aquí fue ¿no,
Danielito? Es por él ¿no? Has vuelto para buscar a tu
cachorro, pero déjame decirte una cosa: dudo que lo
encuentres, ha pasado mucho tiempo y puede que…

¿Oso? –lo volví a llamar, creo que temblando y a punto de
perder las últimas esperanzas de encontrarlo en aquel
pueblo cercano-.  

Cojeando caminó hacia ti aquel viejo can que miraste a lo
lejos y que gritaste fuerte pronunciando el nombre de tu
cachorro, y temblaste porque volteó la mirada y vino
caminando hacia ti, a olerte, a mirarte con sus ojos
alegañados, te parece que a reconocerte.

¡Eres tú, osito! ¡Permaneciste aquí todo este tiempo!

Y lo volviste a abrazar como antes, el ya no tanto, se veía
agotado, era un perro viejo, pero te reconocía y pareciera
que se esfuerza por alegrarse aunque la edad no lo deje,
te lame las manos, no ha olvidado nada, no te ha olvidado,
Daniel, y no busca tus disculpas, no llores porque él
nunca supo de llantos contigo, sólo supo de alegrías, de
juegos, y quiere que eso vuelva, nada más, no te ha
olvidado, Danielito, ya sécate las lágrimas y súbelo a tu
carro, llévalo contigo, llévalo a tu casa, aliméntalo como lo
hacías antes cuando era sólo un cachorro, porque él sólo
quiere recuperar los años de tu inexplicable ausencia.
No me vayas a hacer travesuras, osito. Mañana por la
mañana estaré de vuelta y te sacaré a pasear, si.

Eso fue lo último que le dijiste aquella tarde ¿no? Se te
hunde el pecho mientras vas verificando lo que de por sí
es evidente: no hay televisor, no hay equipo de sonido, no
hay muebles, pero ¿por qué hay sangre? Y tu cachorro no
sale a tu encuentro, había sido un robo, han vaciado tu
casa, pero eso qué importaba, todo era recuperable, osito
no, y no lo recuperaste más, esta vez no lo recuperarías
más, se había ido para siempre, viejo, solo, sentado en su
silla soñando en que parecía verlo de nuevo a su
cachorro, inquieto, fuerte, fiel, corriendo hacia él.
C U E N T O S
OSO
Erick Wolfrang Talavera Cuya

ERICK WOLFRANG TALAVERA CUYA, escritor peruano que
reside en la ciudad de Lima. Actualmente estudia ciencias
políticas en la Universidad Nacional Federico Villareal.  Entre
los reconocimientos obtenidos se encuentra un premio de la
revista Humanística al igual que haber sido seleccionado por la
embajada de España para participar en clases dirigidas
por el destacado escritor español Nacho Docavo Alberti.
AUTOBIOGRAFÍA
R E F L E X I O N E S
MÁXIMAS Y MÍNIMAS
Rafael Carvajal
Rafael Carvajal es de Colombia. Escribe
ingeniosos  dichos populares.
Si no fuera por el último minuto, nada se haría.

Hay políticos que manejan su campaña electoral inteligentemente para
después conducir el país estúpidamente.

Chávez y Uribe son dos adultos que actúan como si fueran adolescentes
con mentalidad de niños.

Las causas nobles pertenecen a la aristocracia del idealismo.

A veces cortar por lo sano es lo que enferma.

Frase que no debemos decir, una vez que la hemos pensado dos veces:
"¡Me encantan los niños!"

Los racionales se sienten inteligentes cuando los irracionales no los
entienden.

El arrogante sin empleo es un ex ocupado.

Mientras que las familias se empobrecen, las ganancias de las empresas
financieras ascienden. ¿No dizque la crisis era para todos?

Los sepultureros son agricultores de ultratumba.

Para salvar el pellejo hay que evitar la circuncisión.

Definición de Autopsia: Aduana de los muertos.




Quiero agradecer a todos aquellos que se tomaron el trabajo de
escribirme para comentar mis maximinismos, pero quisiera
pedirles que por favor, no dejen de hacerlo. ¡Felices Fiestas!
Concurso  Internacional de Poesía y Cuentos
La Luciérnaga Online 2009.

PRIMER PREMIO
POESÍA
SÁBADO RECOSTADO
Hernán Granovsky
Concurso  Internacional de Poesía y Cuentos
La Luciérnaga Online 2009.

PRIMER PREMIO
Cuentos

Yace solo, bocarriba, inmóvil, conectado a unas bolsas y
un aparato de un imprevisible ruido que al ausentarse,
enmudece todo recuerdo que se tuviera de él. En sus
momentos más alegres, jamás imaginó atravesar unos
días tan desolados, hallándose así, como olvidado. Llegar
una nublada mañana de abril para internarse en el olvido,
era todo lo que recordaba de su activa existencia. Y era lo
único que venía haciendo antes de comenzar a soñar,
antes de comenzar a sumergirse fuera de la realidad, en
esos mundos extraños e infantes que le hacen a uno
posible la visión de alguna etapa anterior que o lo
emocionó o lo impresionó o, tal vez, lo frustró ¿no, viejito?
Se te empiezan a nublar las ideas, a cansar los párpados.
Y te liberas de ese monótono cuartucho en el que te
hallas, huyendo hacia ese momento, quizás el mejor de
todos los que viviste en tu larga vida. Lo estabas
esperando desde que te internaron en este hospital ¿no?
Y por eso sonríes. Porque has vuelto a ser un niño, y vez
llegar a aquel osito cargado en los brazos de la gruñona
de la vecina.

No insistas Daniel, ya escuchaste. Devuélvelo.

Pero lo mandarán a la chacra y lo van a dejar ahí toda la
noche, lo van a amarrar a un tronco, mamá. Déjalo que se
quede una noche al menos, si llora lo devolvemos en la
mañana ¿ya mamá? Porfa, porfa.

Sonríes porque sabes que mamá esta vez aceptará,
porque cuando de verdad dice que no, ni siquiera te da
explicaciones, es no y punto, pero hoy no fue así; aquel
cachorro afelpado e inquieto que cargas como un niño
tuvo suerte de encontrarse contigo. Amarrado en la chacra
los cables lo hubiesen terminado por ahorcar, y a ti  eso te
horrorizó desde el primer momento que lo imaginaste.
Pero ¿ahora qué vas a hacer? ¿Cómo lograrás que tu
cachorro no llore? Temerá dormir solo, el frío lo asaltará
en su cajita, de pronto le dará hambre, se despertará en
las madrugadas, es como un bebé, Daniel.

Entonces lo cuidaré como si fuera mi hijito –te prometiste-.

Y cuidarlo como tal fue cobijarlo a escondidas en tu
misma cama, a tu lado, esa misma noche en tu casa. Mira
nomás como duerme ese pan de Dios, todavía tiene
gotitas de leche en el hocico, sécaselas con cuidado, no
vaya a ser que se despierte, despierte, despierte,
despierte señor Daniel, es hora de su merienda.

En esos días el viejo recibió la visita de alguno de sus
hijos. Ellos, que eran cuatro, no eran sus frecuentes
visitantes, más bien nunca lo fueron, sólo lo volvieron a ver
desde aquel dolor en el vientre que lo sorprendió en su
cama una madrugada y que lo obligó a marcar sus
teléfonos suplicando un poco de ayuda. Luego ellos lo
dejaron en el hospital, regresando sólo cuando había que
firmar alguna autorización, algún papel, comprar alguna
medicina o para cualquier otra obligación, como ahora.

No se dignaron a decirte algo, viejito, sólo entraron y te
miraron de lejos. Te miran. Mamá mira a papá. Esperas
una mala noticia.

Está bien Daniel. Será tu primera responsabilidad.

Guardaste la alegría para ti y tu cachorro y preferiste
aparentar a tus escasos doce años ya ser un hombre de
responsabilidades mayores.

Claro mamá, despreocúpate, yo me encargaré de todo.

No tan rápido muchachito –te detuvieron-. ¿Qué nombre le
vas a poner?

Lo miraste y, como si hubiese entendido la pregunta, él
también te miró. Eres lanudo, tienes una cola lanuda, eres
gordito, tienes unas patitas de dinosaurio bebé, todo eso
pensaste.

Oso –sentenciaste y te marchaste corriendo llevándolo
contigo, abrazado-

Pensaste que por fin te habían escuchado, que habían
oído y sentido tu perfecto estado, sí, había sido eso, o a lo
mejor sólo se hartaron de mí, y por eso te están
descambiando, le están quitando la bata celeste, traen un
bolso, abren el cierre y llegas a ver el color después de
mucho ¿no, viejito?. Ya te habías olvidado de tus polos
blancos con rayas naranjas, de tus pantalones plomos, de
tus zapatos color marrón, al viejo le estaban dando de alta,
señor, pero no vaya a hacer desarreglos con su salud
porque si no lo volveremos a ver pronto por aquí. Cuídese
mucho.


Los meses se pasaron rápido yéndote con tu cachorro al
campo después del colegio, oso, ven acá, llevándolo a la
playa, oso, ¡oso, no molestes a las gallinas!, sentándolo
contigo en la tribuna del estadio a mirar los partidos de
segunda división, no te vayas a mover, sólo iré a comprar
un camote frito, saliendo a correr con él en la madrugada
cuando el rocío aún no cedía, ¡saquen a ese perro de la
cancha que está estorbando el juego!, lanzándole chorros
de agua en el patio trasero y él atajándolos a mordiscos
antes de su baño, te has portado muy mal hoy día,
sentándote con él afuera de tú casa cuando te dejaban
cuidándola, tienes una oreja parada y otra caída, qué
chistoso te ves osito, igualándote en fuerza cuando se
resistía a ser guardado en el techo después del paseo,
oso, estás botando demasiado pelo, cargándolo a tu
espalda para cruzar el cequión, Daniel, tu perro está
grandote, si, no, mordiéndote el pantalón o las medias
cuando subías a una bicicleta, creyendo que te irías y lo
dejarías, tu pelo ahora es liso, oso, y tu cola es como la de
un zorro, qué raro, tú no eras así, revisemos esto en la
internet, apareciéndose sorpresivamente sobre el estrado
de tu colegio, en plena formación, mientras el director
hablaba, sus orígenes se remontan a finales del siglo XIX,
cuando en Alemania se inició un programa de crianza que
dio como resultado el pastor alemán…, buscándote
desde lo alto con la mirada, características: robusto y
flexible, ligeramente alargado, cuerpo musculoso, orejas
de tamaño mediano, erectas, abiertas hacia adelante y
llevadas de manera uniforme…, no ubicándote entre los
miles de alumnos risueños por aquel espectáculo y  luego
creyendo que lo habías perdido cuando te hallabas dentro
del salón de clases, resistencia al frio: excelente,
resistencia al calor: excelente, adaptabilidad a situaciones
adversas: excelente, convivencia en el hogar: excelente,
memoria: extraordinaria, ¡agarren a ese perro! Y las chicas
¡ay, ay, ay! asomándose por encima de la ventana para
sorpresa tuya. Tu cachorro se había convertido en un perro
grande, Danielito
.
Néstor Fantini

Creo que cuando un grupo de amigos de La Luciérnaga nos juntamos el fin de semana pasado en la casa
de Cecilia y Néstor a ver El secreto de sus ojos, la película argentina que había ganado el Oscar, casi todos
teníamos la certeza que veríamos algo bueno.  Nadie se imaginaba que más que bueno, el film era
excelente.  Es más, me atrevería a decir que es una de esas películas que uno nunca olvida.

El Secreto de sus ojos es un drama policial que narra la historia de Benjamín Espósito, un empleado de
Tribunales que cuando se jubila decide investigar la violación y asesinato de una joven que ocurrió un
cuarto de siglo antes.   

Con flashbacks, Benjamín Espósito (Ricardo Darin) nos lleva a una Argentina de 1974 cuando trabajaba
en un juzgado al que le toca investigar el brutal asesinato de la joven.  Con la ayuda de su asistente, Pablo
Sandoval (Guillermo Francella) y su jefa, la abogada Irene Menéndez-Hastings (Soledad Villamil); Espósito
no solamente identifica al asesino sino que logra montar un operativo para arrestarlo.

Un año después, cuando las bandas de terroristas de ultraderecha controlan al gobierno de Isabel
Martínez de Perón, el asesino es liberado y se integra a las mismas.  El asesinato de Sandoval hace que
Espósito, ayudado por Irene, deba irse de Buenos Aires.  Su partida hacia la remota Jujuy parecería sellar
para siempre la imposibilidad de su amor por esa jefa de quien lo separa no solamente la diferencia de
rango sino un mundo de dobles apellidos que sabe que no le pertenece.

Pero Espósito retorna y en el desenlace, en el que el esposo de la joven muerta reafirma el concepto de
que para algunos el amor y la idea de venganza nunca mueren, encuentra la respuesta a la pregunta que
lo ha estado carcomiendo durante veinticinco años y a la duda que le viene planteando su corazón.    

Por supuesto que en toda producción siempre se encuentra uno que otro defecto que inmediatamente es
explotado por aquellos que  se dedican a este tipo de negocio.  En los blogs, por ejemplo, ya hablaban de
la escena en la que Irene y Benjamín están tomando café y se nota claramente que la taza está vacía.  Pero
al margen de trivialidades irrelevantes, El secreto de sus ojos es una de las mejores películas que haya
producido la industria cinematográfica argentina.

Pero el éxito de esta excelente obra no se debe solamente a una historia interesante, cautivante y clara,
sino que también al brillante trabajo de Juan J. Campanella (Luna de Avellaneda, El hijo de la novia, y
series televisivas estadounidenses como Law & Order: Special Victims Unit, House M.D., 30 Rock) que
como director, escritor y editor prácticamente dio luz al film.  Ya es casi unánime entre los comentaristas de
cine que el trabajo técnico de Campanella fue sobresaliente.  Lo mismo se puede decir de la actuación de
Ricardo Darín, Soledad Villamil y Guyillermo Francella.

El secreto de sus ojos ganó premios en el Festival de Cine Internacional de San Sebastián, el Festival de
Cine de La Habana, premios en Argentina y premios en España.  Después de 25 años, cuando La historia
oficial se impuso como la mejor película extranjera,  nuevamente Hollywood reconoció con otro Oscar al
cine argentino.  Sin duda, más que merecido.
JORGE LAPRIDA es un periodista argentino.
E N S A Y O S
EL SECRETO DE SUS OJOS
Jorge Laprida